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¡Bingo! Academias de escuelas

27 Julio 2018


Es cierto: es bastante desafortunado sugerir que los apoderados de los colegios deban hacer un bingo para financiar la operación básica de una escuela, como puede ser la reparación del techo, reposición de vidrios u otros aspectos esenciales. Sin embargo, es igualmente certero que estas y otras decisiones deberían poder ser resueltas a nivel de cada escuela y no tener que llegar a oídos de la máxima autoridad ministerial en el nivel central, ni siquiera en el nivel regional.

Efectivamente, en nuestro país las escuelas y sus directores tienen muy pocas atribuciones en la administración de los establecimientos y aún menos en la gestión técnico-pedagógica. En la práctica, son incapaces de resolver cuestiones del día a día. El equipo directivo que lidera el proyecto educativo debería contar con las funciones y recursos para utilizarlas. Demás está decir que el liderazgo directivo es uno de los factores intraescuela que más influye en el logro de aprendizajes.

Si bien la Ley de Calidad y Equidad de la Educación (2011) le dio atribuciones a los directores de escuelas elegidos por Alta Dirección Pública para poder constituir sus propios equipos directivos (subdirector, inspector general y jefe técnico), en la práctica esta función se ha ejercido escasamente pues los sostenedores municipales usualmente no disponen o no traspasan los recursos para que los directores puedan tomar estas decisiones. De modo similar, la ley que crea el Sistema de Educación Pública (2017) señala que los directores de establecimientos dependientes de los Servicios Locales de Educación deben liderar y dirigir el proyecto educativo institucional, pero en la práctica no les transfiere facultades para administrar directamente los recursos que provienen de importantes programas como la subvención escolar preferencial.

Desde el año 2010, el gobierno de Inglaterra ha permitido que todos los colegios públicos puedan llegar a convertirse en academias (school academies). Para 2018, ya hay casi 7.000 en esta categoría y reúnen cerca del 47% de la matrícula. Son colegios públicos independientes, que reciben financiamiento estatal directamente desde el gobierno central. Para obtener esta condición deben constituir o pertenecer a una fundación que, sujeta a ciertos requisitos, administra el o los colegios. Los school academies no sólo manejan su propio presupuesto, sino que también tienen autonomía para definir las condiciones laborales y salarios de los profesores e incluso pueden definir su propio currículum. En general, se trata de colegios de alto desempeño. El Ministerio de Educación mantiene un importante rol al aprobar las fundaciones y fiscalizar el uso de sus recursos, además de supervisar en forma permanente a través de la Oficina de Estándares en Educación. La última ganadora del Global Teacher Prize mundial, justamente proviene de un school academy de sectores vulnerables de Londres.

Parafraseando la alocución al juego de azar, ¡bingo! Hay una buena idea: dar mayores atribuciones a las escuelas y sus equipos directivos para poder tomar decisiones no sólo en aspectos administrativos, sino también en el ámbito técnico pedagógico, sin tener que pedir permiso al nivel regional y menos al central.

Puedes leer y comentar directamente esta columna en Voces de La Tercera.

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