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Queremos confianza

25 Mayo 2015


El mensaje presidencial de este 21 de mayo tuvo mucho de cuenta, de detalles importantes y de otros menos relevantes, de recursos invertidos y por invertir, de instituciones desvencijadas y otras luminosas por crearse, de omisiones y menciones no tan precisas sobre el ritmo, la intensidad y los mecanismos a través de los cuales se pretende avanzar en las reformas. Hasta ahí, las 35 páginas de discurso son parte de lo esperable. Sin embargo, debemos rescatar el mensaje subyacente, el inicio y final de una cuenta pública que pone en la confianza aquello por lo que en escencia debemos trabajar. Recuperar, creer, restaurar y reconstrurir son los verbos que hoy acompañan este aspecto clave para nuestro desarrollo, y que todos anhelamos. La misma Presidenta lo dijo ayer: “queremos confianza y juntos vamos a restaurarla”.

La confianza es importante no sólo para el Gobierno, también para el país, porque tiene que ver con la capacidad de aceptar y optar por cooperar con el otro a pesar de no contar con plena certeza sobre la capacidad y disposición de este otro. Un Gobierno que se plantea como reformador y que pretende revisar la historia reciente, pone en riesgo aquellos espacios en los que más se construye confianza: la familiaridad, la costumbre o la cotidianidad. Puede que a juicio de algunos las cosas se hayan venido haciendo muy mal en los últimos 25 años, pero es la forma de hacer las cosas que conocemos y claramente podemos encontrar señales de logros bastante concretas. Estas contradicciones y tensiones generan incertidumbre y obviamente socavan la confianza.

¿Como recuperamos aquello? La confianza interpersonal, institucional, o pública, depende básicamente de dos aspectos: por un lado se requiere de habilidad o competencia técnica para cumplir con lo que se espera del otro. Por décadas, Chile ha sido el alumno aplicado de la región, preocupado de los equilibrios macroeconómicos, de cuidar la coherencia en las políticas y de la sensatez en la formulación de las políticas públicas. En los últimos meses se ha puesto por delante la necesidad imperiosa de hacer cambios sin cuidar aquellos detalles que nos han merecido este reconocimiento internacional. La urgencia por aprobar proyectos de ley previos al 21 de mayo llevó a la molestia de  parlamentarios de la coalición de gobierno. De hecho, varios afirmaron “tenemos que hacer el trabajo bien”. Por lo tanto, un camino para retomar confianza es concentrarse  a fondo en la calidad de las propuestas que se ofrecen al país, más allá del apego religioso o la urgencia de cumplimiento de un programa de gobierno, siempre revisable y discutible.

Por otro lado, la confianza también depende de la integridad, es decir, la adhesión a ciertas normas éticas por parte del actor en quien se confía. Obviamente, los casos de Penta, SQM y Caval, y cuestionamientos a funcionarios públicos, son muestras del bajo nivel de integridad que percibimos hoy en el sector privado o público. Varias de las propuestas del Consejo Anticorrupción podrían contribuir a avanzar en obtener mayor integridad, y por lo tanto avanzar en confianza. Pero se requiere integridad en todos los niveles, no sólo en la relación entre dinero y política, sino también superar esa indolencia con que muchas veces analizamos  la gestión pública. Por ejemplo, el Estado exige al sector privado un régimen de contratación laboral formal, pero el mismo no lo cumple. Al menos en este aspecto el mensaje presidencial de ayer sugiere un camino de salida.

Es muy oportuna y necesaria la invocación de la Presidenta a recuperar la confianza, pero ésta no llegará sola, hay que construirla dando mayores señales de integridad y competencia técnica. La tarea es de todos.

Puedes leer y comentar la columna directamente en Voces de La Tercera.

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