18 Octubre 2024
Los avances socioeconómicos de Chile en la última década parecían prometedores. Según la CEPAL, entre 2002 y 2018 la pobreza multidimensional disminuyó en un 10%, mientras que Chile se ubicaba en el puesto 42 del Índice de Desarrollo Humano a nivel mundial, siendo el primero en América Latina. Sin embargo, detrás de estas cifras optimistas, la Encuesta Bicentenario UC 2019 revelaba un creciente malestar social, especialmente en la clase media.
“Hay una frustración de expectativas muy fuerte, particularmente en aquellos que han logrado avanzar pero sienten que su estabilidad es frágil”, advirtió Ignacio Irarrázaval, director del Centro de Políticas Públicas UC, durante un seminario en enero de 2020. El sondeo, realizado poco antes del estallido social, mostraba que, aunque un 40% de los encuestados percibía haber mejorado su situación económica en comparación con la de sus padres, este sentimiento no lograba contrarrestar el aumento de la insatisfacción. Las expectativas, particularmente en áreas como el acceso a la vivienda y la educación superior, habían empeorado significativamente entre 2018 y 2019.
Uno de los datos más reveladores fue el fuerte aumento en la percepción de conflicto entre ricos y pobres. Este indicador pasó de un 49% en 2018 a un 61% en 2019, reflejando una creciente sensación de desigualdad. Además, la tensión entre trabajadores y empresarios aumentó en 8 puntos porcentuales. Estos datos apuntaban a un malestar social en ascenso, especialmente en la clase media, que sentía que el crecimiento económico no se traducía en mejoras sustanciales para sus vidas.
A esto se sumaba una desconfianza cada vez mayor en las instituciones. Solo un 15% de los encuestados confiaba en la gestión pública del Estado, lo que evidenciaba una desconexión entre las demandas ciudadanas y la capacidad del gobierno para satisfacerlas.
En resumen, aunque las cifras indicaban avances en diversos indicadores objetivos, la encuesta también mostraba señales claras de una crisis de expectativas. La combinación de un crecimiento económico que beneficiaba desigualmente y una clase media creciente pero vulnerable llevó a una percepción generalizada de que los logros económicos eran “una ilusión,” como señaló Irarrázaval. Esto, junto con la falta de confianza en las instituciones y una creciente demanda por mayor igualdad, fue un presagio de la crisis social que estalló en octubre de 2019.